Mi mejor amigo...
Al parecer descubrí que tenía
un mejor amigo un año después de que él se fue; hoy lo extraño, no se imaginan
cuanto.
Con mi mejor amigo no existían
las mentiras y menos las cosas ocultas, entendíamos que eso solo nos llevaría a
alguna parte desconocida a la que no queríamos ir.
Mi mejor amigo, tenía una
conexión muy especial conmigo, una conexión que nadie nunca más ha podido
igualar.
Nuestro lenguaje no era solo
verbal, creo que más bien el pragmatismo era la base de nuestra comunicación.
La primera vez que le exprese
mi cariño me sonrojé, incluso idee una palabra extraña para decir cuánto lo
amaba (¿velador?) si, si, muy extraña, pero en fin, el entendía y me seguía en
mi locura por expresarme de una forma peculiar.
Con él me he reído como nunca
en mi vida, creo que desde que se fue, jamás he vuelto a reír de esa forma. Era
una risa natural, espontanea y bueno, el también reía.
Fueron tantos nuestros años de
amistad, que bastaba solo con mirarnos para saber que estaba pensando el otro o
que iba a decir justamente en ese momento… La conexión era inexplicable.
Mi mejor amigo, era sequísimo ¡digno
de admiración!. El podía hablar del porque el cielo se ponía de color naranjo
dando una explicación físicamente sofisticada hasta responder al porque te
sentías tan estresada en tal momento.
Mi mejor amigo sabía controlar
mi estrés, mi mal humor e incluso mis dolores de cabeza.
Mi mejor amigo, sabía hacerme reír,
incluso cuando era imposible.
Mi mejor amigo vivió casi
nueve años conmigo, me acepto y me entendió. Tuvo tolerancia, amor y sobre
todo, intentó conocerme y amarme como nadie más.
Con él compartí todo, incluso
historias que solo él y yo sabemos, historias que quisiera algún día, volvieran
a ocurrir.
Mi mejor amigo, se fue, y lo
extraño cada día de mi vida con cada molécula de mí ser.
¡Mejor amigo! ¿Donde estas?