sábado, 4 de febrero de 2017

Mi mejor Amigo


Resultado de imagen para soltaron de las manos pero no del corazon

Mi mejor amigo...

Al parecer descubrí que tenía un mejor amigo un año después de que él se fue; hoy lo extraño, no se imaginan cuanto.
Con mi mejor amigo no existían las mentiras y menos las cosas ocultas, entendíamos que eso solo nos llevaría a alguna parte desconocida a la que no queríamos ir.
Mi mejor amigo, tenía una conexión muy especial conmigo, una conexión que nadie nunca más ha podido igualar.
Nuestro lenguaje no era solo verbal, creo que más bien el pragmatismo era la base de nuestra comunicación.
La primera vez que le exprese mi cariño me sonrojé, incluso idee una palabra extraña para decir cuánto lo amaba (¿velador?) si, si, muy extraña, pero en fin, el entendía y me seguía en mi locura por expresarme de una forma peculiar.
Con él me he reído como nunca en mi vida, creo que desde que se fue, jamás he vuelto a reír de esa forma. Era una risa natural, espontanea y bueno, el también reía.
Fueron tantos nuestros años de amistad, que bastaba solo con mirarnos para saber que estaba pensando el otro o que iba a decir justamente en ese momento… La conexión era inexplicable.
Mi mejor amigo, era sequísimo ¡digno de admiración!. El podía hablar del porque el cielo se ponía de color naranjo dando una explicación físicamente sofisticada hasta responder al porque te sentías tan estresada en tal momento.
Mi mejor amigo sabía controlar mi estrés, mi mal humor e incluso mis dolores de cabeza.
Mi mejor amigo, sabía hacerme reír, incluso cuando era imposible.
Mi mejor amigo vivió casi nueve años conmigo, me acepto y me entendió. Tuvo tolerancia, amor y sobre todo, intentó conocerme y amarme como nadie más.
Con él compartí todo, incluso historias que solo él y yo sabemos, historias que quisiera algún día, volvieran a ocurrir.
Mi mejor amigo, se fue, y lo extraño cada día de mi vida con cada molécula de mí ser.
¡Mejor amigo! ¿Donde estas?




sábado, 8 de junio de 2013

El Tren de la Vida


La vida no es más que un viaje por tren: repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.

Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas las cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres.

Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable. No obstante, esto no impide a que se suban otras personas que nos serán muy especiales. 

Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros maravillosos amores. De las personas que toman este tren, habrá los que lo hagan como un simple paseo, otros que encontrarán solamente tristeza en el viaje, y habrá otros que circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite. 

Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento.

Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos. Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos, pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.

No importa, el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos.

Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo que tengan de mejor. 


Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.

El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos donde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado. 

Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia.

Creo que sí. Separarme de algunos amigos de los que me hice en el viaje será dolorido. Dejar a que mis hijos sigan solitos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron. 

Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el equipaje creciera y se hiciera valiosa.

Hagamos con que nuestra estadía en este tren sea tranquila, que haya valido la pena. Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje permanezcan.